A lo largo de mi carrera los programas y proyectos de
formación han sido una constante, en ellos he jugado diferentes roles, he
participado en la formulación, los he liderado y he participado en la ejecución
de tareas como la facilitación de contenidos, siendo esto último una de las cosas que más disfruto hacer. En mi
experiencia, existen algunos elementos que tenemos que tomar en cuenta a la
hora de embarcarnos en este tipo de iniciativas para que sean exitosas, comparto 4 con ustedes:
La formación tiene que
tener un propósito estratégico tanto para quienes la reciben como para las
organizaciones que desarrollan el proyecto
El conocimiento, las técnicas y las herramientas recibidas,
así como las competencias desarrolladas por los participantes deben aportar al logro de la visión personal
de cada uno de ellos y al de la visión estratégica de la organización que ejecuta
el proyecto.
Un ejemplo claro está en los programas de formación dirigidos
al fortalecimiento de cadenas de valor.
Supongamos que una empresa está interesada en mejorar sus ventas desarrollando
nuevos canales de comercialización, en consecuencia decide implementar un
programa o proyecto formativo que le permita a emprendedores, que pueden ser
clientes directos o distribuidores de sus productos, desarrollar competencias y
obtener conocimientos para tener negocios más efectivos y eficientes. De esta
manera se beneficia el emprendedor, pero, también la organización ejecutora del
proyecto, ya que fortalece un eslabón de su cadena que aportará para el logro
de sus objetivos y de su visión.
Todo programa o proyecto
formativo debe ser planificado
Como todo programa o proyecto, estos también deben pasar por
una fase de planificación, en la cual se desarrolle un diseño instruccional, se
elijan contenidos, se diseñen actividades y una estrategia de abordaje, además
de un cronograma. Pero lo más importante es que es en esta fase en la que
debemos asegurarnos de que exista una correlación
positiva entre la experiencia formativa y la transformación que esperamos
ver en los participantes, no se trata solo de impartir contenidos, estos deben
generar el impacto esperado.
Hay que medir
rigurosamente
Los resultados de los programas y proyectos formativos en
muchos casos son intangibles; más
allá de la lista de asistencia, al finalizar la iniciativa seremos incapaces de
saber a simple vista si los participantes han aprehendido algo, han
desarrollado competencias y estos elementos los ayudarán a mejorar sus vidas. Esto
nos obliga a ser rigurosos con la
medición, tanto del logro de los objetivos como del impacto del proyecto o
programa.
Volvamos al ejemplo de la cadena de valor ¿cómo sabemos si el programa formativo
logró los resultados esperados? En primer lugar podríamos hacer una prueba,
de cualquier tipo, al finalizar el programa para corroborar el aprendizaje de
contenidos y en segundo lugar, una vez definidos los indicadores que en este
caso podrían ser volúmenes de ventas y/o compras, medir el desempeño de los negocios de los participantes en el mediano y largo plazo, para
constatar que efectivamente la iniciativa tuvo el impacto esperado.
Se aprende haciendo
Uno de los elementos fundamentales para el éxito de un
programa o proyecto formativo es que este diseñado para que los participantes
aprendan desde la experiencia y de manera divertida. De esta forma son
capaces de retener cerca del 75% del aprendizaje compartido.
En lo particular, soy partidario de que la experiencia que
proveen los programas y proyectos formativos se diferencie a la que ofrece la educación formal, entendida esta
última como el tradicional monólogo entre un profesor, amo del conocimiento, y
un grupo que supuestamente no sabe nada. Pienso que uno de los elementos de
éxito de este tipo de iniciativas es entenderlas como un intercambio de saberes, donde se crea un espacio protegido y el
error no es penado, los participantes son los protagonistas, se divierten y
aprenden a través de la acción.
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