Qué debe saber un líder de proyectos sobre los juicios


 
Los seres humanos estamos constantemente emitiendo juicios sobre nuestro entorno, los demás y sobre nosotros mismos. Responsable o irresponsable, comprometido o no comprometido, competente o incompetente, peligroso o seguro, bonito o feo, capaz o incapaz, bueno o malo son solo algunos de los juicios que nuestro sistema 1, como lo denomina Kahneman, formula constantemente y que están relacionados con nuestro carácter más primitivo y la toma de decisiones para nuestra sobrevivencia. Un ejemplo bastante común es el de la persona que camina por una calle y observa que otra persona, cuyo aspecto juzga sospechoso, se acerca a él, a partir de este juicio la primera persona decide cruzar la calle para evitar el encuentro que considera será potencialmente peligroso para su integridad.
Es en este tipo de situaciones que los juicios cobran una vital importancia ya que nos permiten, basados en las experiencias pasadas o en la “intuición”, tomar decisiones en el presente para hacer frente al futuro y a toda la incertidumbre que este encierra. Entender el rol que cumplen los juicios en el liderazgo de proyectos, y en nuestras vidas en general, es fundamental, ya que estos pueden generar oportunidades, así como convertirse en limitaciones, para nuestros colaboradores y para nosotros como líderes o gerentes.
Un par de ejemplos me ayudarán a explicar mejor cómo pueden operar nuestros juicios en la gestión de proyectos. Supongamos que en nuestro equipo contamos con un colaborador al que, basados en su desempeño previo, consideramos incompetente para hablar en público ¿lo elegiríamos a él para hacer la presentación de una nueva funcionalidad o producto del proyecto a nuestro cliente? Seguramente no, optaríamos por aquel colaborador que hayamos observado se desenvuelve mejor en este tipo de situaciones.
Supongamos ahora que consideramos, basados en nuestra experiencia, que no somos buenos líderes de proyectos ¿nos atreveríamos a aceptar la responsabilidad de de dirigir una iniciativa crítica para el futuro de nuestra organización? Lo más probable es que declinemos la oferta al creer que no contamos con las capacidades para asumir esa responsabilidad.
Los juicios que hacemos, sobre los demás y nosotros mismos, son capaces de generar diferentes realidades según cómo los consideremos. Si los confundimos con verdades absolutas negamos las posibilidades de crecimiento, tanto nuestras como de nuestros colaboradores, el miembro de nuestro equipo “siempre” será incompetente para hablar en público, así como nosotros “nunca” llegaremos a ser buenos líderes de proyectos.
Por otro lado, si entendemos el juicio como una opinión capaz de cambiar abrimos la puerta a las posibilidades de desarrollo y crecimiento. Si alguien es incompetente para hablar en público se le puede incluir en un plan de formación para que desarrolle las competencias necesarias, si creemos que no somos buenos líderes de proyectos podemos identificar aquellas áreas de mejora que nos llevarían a ser uno y trabajar para desarrollarlas.
La clave para manejar nuestros juicios de manera que permitan el aprendizaje y la innovación es precisamente evitar considerarlos verdades absolutas e inmutables y que estos estén fundamentados. Esto último quiere decir que nuestros juicios:
Deben tener un propósito, cada vez que emitimos un juicio lo hacemos pensando en el futuro y en cómo afrontarlo. Si declaramos que determinado miembro de nuestro equipo no cuenta con competencias como vendedor, no lo enviaremos a reunirse con un cliente potencial, mejor lo incluimos en un programa de formación en ventas.
Deben atender a la observación de una conducta determinada de manera sostenida en el tiempo, si decimos que una persona es impuntual es porque podemos afirmar que llegó tarde a un determinado número de reuniones o compromisos de manera continuada. Teniendo en cuenta por supuesto que esta situación no tiene porque repetirse en el futuro, el impuntual puede poner en marcha estrategias que le permitan cumplir con sus compromisos a tiempo.
Estén circunscritos a un aspecto particular de nuestra vida, si consideramos que como líderes de proyectos no somos buenos en un aspecto determinado, como por ejemplo negociando con proveedores, eso no nos puede llevar a juzgar el resto de nuestro desempeño como deficiente. Evitemos nuestro gusto por la generalización, seguramente hay muchas otras cosas que hacemos bien como delegar tareas, relacionarnos con los clientes y con los miembros del equipo, etc.
Pertenecen a un estándar socialmente aceptado. Un buen ejemplo son las certificaciones en gerencia de proyectos, podemos decir que determinada persona no cuenta con las competencias para ostentar una de ellas si no obtiene la calificación necesaria en el examen, que es comparada con un parámetro que indica la suficiencia.
Nuestros juicios moldean nuestra vida, pueden abrir o cerrar puertas para nosotros y para nuestros colaboradores, creando diferentes realidades. Tengamos cuidado cada vez que emitamos alguno y tengamos en cuenta que estos hablan más de nosotros mismos que de los demás.
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La ignorancia, un lujo en la gestión de proyectos

 


Al igual que decir que NO, pareciera ser un pecado en el mundo de las organizaciones y en el de la gerencia de proyectos, existe otra declaración que en mi experiencia tampoco es muy bien vista, decir NO SÉ. Y me pregunto ¿Es que acaso la ignorancia tiene cabida en un mundo de supuestos expertos?

Luego de acumular certificaciones, grados académicos y años de experiencia laboral, aceptar que hay cosas que no sabemos parece ser una afrenta que nos deja muy mal parados ante nuestros clientes, superiores y colaboradores y ni hablar de nuestro ego. Frases, que he escuchado muchas veces, como “si no sabes, inventa” o “no importa que no sepas, mientras aparentes lo contrario” dan cuenta de ese tabú que implica aceptar nuestra ignorancia.

La percepción de que el líder o gerente de proyectos es un “súper héroe”, que como ya he comentado, no solo es capaz de resolver todos los problemas, sino que además tiene todas las respuestas, alimenta la negativa a declarar que por más que podamos saber no somos capaces de dominar todo el conocimiento disponible, y menos en una época en la que este se genera constantemente.

De cara a nuestros colaboradores, el que estos declaren no saber pareciera en muchos casos impensable, en un sistema, originado en el hogar y reforzado en la escuela, en el que la ignorancia tiene un alto costo. Al final del día aún muchos piensan que “se nos paga por y para que sepamos”.
La declaración de ignorancia, que efectivamente tiene sus costos, es, como sostienen Rafael Echeverría, la puerta de entrada al aprendizaje. En palabras de este autor “la declaración NO SÉ representa una de las fuerzas motrices más poderosas en el proceso de transformación personal y de creación de quiénes somos”.
Desde las posiciones de liderazgo, el pensar que declarar que no sabemos nos desacredita ante nuestro equipo, nos lleva a desaprovechar la oportunidad de aprender de cada una de las personas que lo conforman. Por otro lado, el presentarnos como el líder o gerente que todo lo sabe limita la posibilidad de que los miembros del equipo asuman responsabilidades, depositándolas en nosotros y dificultando su empoderamiento.
Para un profesional de la gestión de proyectos que está comenzando, negar su ignorancia le cierra las puertas al aprendizaje, obstaculizando su crecimiento profesional. Para el equipo en su conjunto se ven limitadas las posibilidades de crecimiento y maduración, en un ambiente de “expertos” las personas tienen miedo a exponerse al juicio de los otros, no experimentan ni toman riesgos, el error es penado y se desaprovechan las lecciones que podemos obtener de él.
Por más experimentados que podamos ser, siempre habrá algo que podemos aprender, hasta de aquellos colaboradores que apenas comienzan a transitar su camino en la gerencia de proyectos, al igual que pasa en cualquier otro ámbito de nuestras vidas. Hace un tiempo la aplicación LinkedIN catalogó mi perfil en esta red como el de un experto, este hecho me hizo reflexionar, y aún entendiendo lo que este tipo de reconocimientos podría significar en nuestras comunidades profesionales, concluí que en el único momento en que podría considerarme como tal es justo antes de pasar a otro plano, es solo en ese instante en el que nuestras posibilidades de aprendizaje se han agotado, desde entonces me he declarado un eterno aprendiz.
¿Y ustedes cómo se consideran?
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