Más allá de la definición común de proyectos que se encuentra en los
libros relacionados a este tema y que los presenta como esfuerzos únicos, destinados a satisfacer
necesidades, asociados a un costo, tiempo y calidad determinados, también
resulta adecuado definirlos como oportunidades para transformar situaciones y
crear bienestar colectivo e individual.
Independientemente del tipo de proyecto a que se haga referencia, social
o privado, su fin último es mejorar la calidad de vida de un conjunto de seres
humanos, a través de la creación y provisión de bienes y servicios, cuyo uso
permitan pasar de un estado de carencia a otro, donde esta ha desaparecido.
Por lo general, cuando se habla de proyectos sociales y privados, se
tiende rápidamente a identificarlos con bienestar social y rendimiento
financiero respectivamente. Existe la creencia bastante extendida, de que los
proyectos privados o de inversión, solo cumplen con la función de generar
ganancias para aquellos que lo promueven y desarrollan. Sin embargo, no hay
nada más lejos de la realidad, y sin temor a equivocarnos, podría decirse que
todos los proyectos son de carácter social.
Supóngase por un momento que un emprendedor decide desarrollar un
proyecto de inversión[1] que consiste en una
microempresa de pastelería, luego de detectar en su comunidad, que la mayoría
de sus vecinos deben cancelar altas sumas de dinero por un pastel, además de tener
que trasladarse a otros lugares porque no existen pastelerías cercanas.
Para hacer realidad su proyecto este emprendedor invierte sus ahorros y
espera obtener un rendimiento por dicha inversión. Al realizar los cálculos
decide que el precio del pastel estará por debajo del que pagan actualmente sus
vecinos, agregándole el hecho de que ya estos no tendrán que trasladarse para
obtener estos productos.
Los miembros de la comunidad podrán entonces acceder a un bien, en este
caso pasteles, de buena calidad a menor costo y no tendrán que caminar grandes
distancias para ello. Esto definitivamente se traduce en una mejora en el
bienestar social y en rendimiento financiero para el emprendedor.
Este ejemplo permite observar cómo un proyecto privado impacta en la
sociedad mejorando las condiciones de vida de las personas. En el caso que este
emprendedor contratara personal para su pastelería, pagará impuestos, generará
empleo y riqueza que contribuirá también con el bienestar de la sociedad.
Identificar la contribución al colectivo de los proyectos de desarrollo
es mucho más sencillo, ya que los bienes que producen, son de carácter público
como sistemas de electrificación, acueductos, calles asfaltadas, colegios, etc.
Como puede verse en ambos casos, los proyectos tienen una vocación e
impacto social innegables. Invertir en un proyecto pensando solo en el
rendimiento que se obtendrá es un error común, que por lo general, tiene como
resultado el fracaso del esfuerzo.
Así como los proyectos de inversión son relacionados inmediatamente a
las ganancias o retorno financiero, existe también la creencia de que los
proyectos sociales no necesitan ser
rentables para justificar su ejecución. Esta idea es errónea. Los proyectos de
este tipo deben generar beneficios superiores a los costos en que se incurre
para llevarlos adelante, garantizando el uso eficiente de los recursos. De lo
contrario, se estarían dejando de lado mejores oportunidades para la creación
de bienestar.
Se puede decir entonces, que la diferencia entre los proyectos de
desarrollo e inversión, no está en el carácter social de ambos tipos de
iniciativa, si no en el tipo de bienes que producen y en la manera en cómo se
contabiliza el beneficio.
En el caso de los proyectos de desarrollo, se producen bienes que
podrían considerarse de carácter públicos,[2] que no están destinados a
ser vendidos en el mercado. Para determinar el beneficio, no solo se toma en
cuenta la dimensión financiera, si no además las mejoras en el bienestar. Por
ejemplo, el tiempo que se ahorrarían las personas en llegar a sus trabajos si
se construye una carretera en su comunidad, o la mejora en la calidad de vida
por suplir con luz eléctrica algún poblado.
Los proyectos de inversión por su parte producen bienes privados que
están destinados al mercado y su beneficio es simplificado por la rentabilidad
financiera obtenida, aunque como se comentó con anterioridad este tiene
dimensiones de carácter social mucho más profundas.
Características de los proyectos de desarrollo
Además del hecho de que los proyectos de desarrollo producen por lo
general bienes públicos y las ganancias que generan deben ser superiores a los
costos, existen otros elementos que caracterizan a este tipo de iniciativas.
Uno de ellos es la participación activa de los stakeholders involucrados durante las fases del proyecto. La
participación y el logro de acuerdos entre los actores, incluidos los
beneficiarios y demás grupos de interés, son fundamentales para que la
intervención alcance los objetivos planteados y sea exitosa.
En la formulación, ejecución y evaluación de los proyectos sociales, los
beneficiarios se convierten en los principales aliados del equipo de proyecto.
El antiguo rol de fuente de información pasiva que estos jugaban se ha
transformado y los ha convertido, como es lógico, en los protagonistas de la
intervención. El involucrar a los beneficiarios permite, que el diagnóstico de
las necesidades y la elección de las soluciones sea mucho más certera, además
de contar con un equipo promotor del proyecto que lo defenderá ante cualquier
imprevisto, y será el principal evaluador de los resultados que se vayan
obteniendo a lo largo de la ejecución.
El otro elemento característico es el que tiene que ver con la
sostenibilidad. Los proyectos de desarrollo deben ser capaces de seguir
generando beneficios una vez haya culminado la intervención. Esta
característica está muy relacionada con la participación y la transferencia de
conocimiento que pueda generarse durante el tránsito por todas las fases del proyecto.
Involucrar a los beneficiarios permite que el resultado obtenido por la
ejecución del proyecto sea un logro participativo, en el cual las opiniones de
los usuarios finales de los bienes, y/o servicios producidos, serán tomadas en
cuenta. Esto crea un sentido de pertenencia en los beneficiarios con respecto
al proyecto y garantiza en gran medida que estos utilicen los productos más
allá del cierre de la intervención, generando bienestar en el largo plazo.
La sostenibilidad de un proyecto de desarrollo es un elemento de extrema
importancia, debido a que las problemáticas que son atendidas por este tipo de
esfuerzos, son bastante complejas y es muy difícil que pueda observarse un
cambio en el corto o mediano plazo. Si por ejemplo el proyecto tiene como
objetivo incrementar el índice de niños en edad escolar que reciben educación
en determinado lugar y para este fin se construye una escuela, el día del
cierre del proyecto la escuela estará edificada y lista para operar, pero, solo
en el largo plazo se podrá constatar el aumento en el índice de escolaridad.
La participación de los beneficiarios juega un papel fundamental en la
sostenibilidad del proyecto, y en la capacidad que este tenga para realmente
cumplir con su objetivo último, que es la transformación. Ignorar la opinión de
estos agentes o actores, simplemente expone la intervención, a riesgos que de
materializarse, la harían fracasar. Si a los niños del ejemplo anterior y a sus
familiares, no se les involucra en el proyecto desde sus inicios, nada
garantizará que ellos utilicen los servicios creados y asistan a la escuela.
La transferencia de conocimiento, considerada por La Agencia Alemana de
Cooperación Técnica para el Desarrollo (GTZ), como “la tarea principal” cuando
se emprenden proyectos sociales, también es una consecuencia de la
participación y un elemento necesario para que el proyecto sea sostenible.
Todo proyecto es un proceso de aprendizaje, donde el conocimiento debe
ser transferido, desde quienes lo gestionan, hacia los beneficiarios y
viceversa. Una vez que se culmina con la intervención, aquellos hacia quienes
fue dirigida, deben ser capaces de hacer uso de los productos obtenidos sin la
intermediación de alguien más, además de haber adquirido destrezas sobre cómo
gestionar un proyecto. Esto redefine el papel del “experto”, quien se convierte
en un facilitador en el proceso de empoderamiento de los beneficiarios,
cediendo a estos el rol protagónico y las herramientas para que puedan
gestionar eficiente y efectivamente los resultados del proyecto en el largo
plazo.
Todos estos elementos convierten al proyecto social o de desarrollo, no
solo en un camino para la solución de un problema o necesidad particular, sino
además en una oportunidad para fomentar la organización, participación y
aprendizaje de personas que por lo general se encuentran en estados de pobreza
y marginalidad. He aquí donde está el carácter realmente transformador de este
tipo de iniciativas, que permiten a un conjunto de personas mejorar su calidad
de vida, no solo por la provisión de un bien o servicio, si no por el
aprendizaje y la capacidad organizativa obtenida para diagnosticar sus
problemas y ejecutar acciones en busca de una solución que beneficie al
colectivo.
Este texto forma parte del manual de formulación de proyectos sociales que he estado escribiendo en los últimos meses, espero que sea del agrado de todos los lectores de este blog, pronto estaré presentando el material completo.
[1] En este libro se utilizarán indiferentemente
los términos privado o de inversión para hacer referencia a los proyectos que
generan bienes y servicios destinados a la venta en el mercado
[2] Bienes públicos son aquellos que cumplen con
las características de no rivalidad: el hecho de que el bien este siendo
utilizado por alguien no implica que no pueda ser utilizado por los demás como
por ejemplo la luz eléctrica. No exclusión, una vez provisto el bien no puede
excluirse a las personas para que no lo utilicen. Los bienes públicos también
pueden ser definidos como aquellos provistos por los gobiernos.
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