No deja de sorprenderme cómo, a
pesar de la gran cantidad de información disponible, muchas organizaciones
continúan formulando sus proyectos desde la oferta. Iniciativas pensadas a
puertas cerradas por la organización, suponiendo que se conocen, sin preguntar,
cuáles son las necesidades o gustos del beneficiario/consumidor, llevando a
desarrollar productos y servicios que están destinados al fracaso.
Aunque podríamos pensar que esta
práctica es propia de emprendedores novatos u organizaciones pequeñas, que no
cuentan con suficientes recursos para realizar o contratar, por ejemplo, un
estudio de mercado, me ha tocado presenciar cómo organizaciones medianas y
hasta grandes caen en la tentación de pensar que, desde su visión, son capaces
de adivinar lo que el cliente necesita y valora.
Como hemos comentado en otras
oportunidades la identificación de las necesidades, sociales o de mercado, a
través de la consulta directa o indirecta de quienes serán los usuarios
finales, es crítica para que el proyecto sea sostenible, sus productos sean
adquiridos y utilizados, y cumpla con su rol transformador al satisfacer la
necesidad que lo originó.
Recientemente el PMI ha hecho un
nuevo esfuerzo por re-invitarnos a formular proyectos desde la demanda con su
Guía Práctica para el Análisis de Negocios, en la cual se dedica todo un
apartado a la obtención y análisis de los requerimientos, entendiendo estos
como “las condiciones o capacidades que son requeridas y deben estar presentes
en el producto, servicio o resultado del proyecto para satisfacer el contrato u
otra especificación formalmente establecida” (PMBOK, 5ta edición).
La obtención de los
requerimientos es un proceso que consiste en acercarse a los stakeholders,
incluyendo a los beneficiarios/clientes, como fuentes primarias de información para
indagar sobre su visión de los problemas de negocio o sociales, sus posibles
causas y las vías para aprovechar las oportunidades. A partir de esta
información se configuran todas aquellas características o atributos que debe
tener el bien o servicio generado por el proyecto para que efectivamente se
cumpla con el fin.
No debemos confundir este proceso
con un simple relevamiento de datos, según la Guía Práctica la obtención de los
requerimientos debe ser un proceso más profundo, ya que en muchos casos estos
no están disponibles a simple vista y hay que “ahondar en la mente de los
stakeholders” para con ellos irlos descubriendo. El analista de negocio se
convierte entonces en una especie de coach que en conjunto con cada uno de los
actores va definiendo sus necesidades y deseos y la manera más adecuada para
satisfacerlos.
De manera formal, aunque estos
pasos no son exhaustivos, la obtención de los requerimientos del proyecto se
realiza:
- Definiendo cuál es la información que, como analistas de negocio,
necesitamos obtener para definir y solucionar el problema o responder a la
necesidad de negocio.
- Determinando dónde buscaremos la información que necesitamos o con
cuáles stakeholders u otras fuentes debemos conversar. En esa lista por
supuesto no puede dejarse de lado a los usuarios, beneficiarios o clientes
finales del proyecto.
- Definiendo cómo obtendremos la información, tomando en cuenta los
métodos que utilizaremos para acercarnos a los stakeholders. En esta etapa se
puede elegir entre entrevistas, focus groups, encuestas o conversaciones que
permitan, a través del establecimiento de un clima de confianza, extraer la
información necesaria. En el caso de los proyectos sociales es muy común el uso
de la lluvia de ideas.
- Establecer el orden en que deben realizarse las actividades para la
obtención de la información requerida, lo que sería un plan de acción.
Cuando la información requerida
no pueda ser obtenida de ningún individuo, la Guía Práctica propone utilizar
fuentes alternativas como documentos, bases de datos estadísticos o modelos,
también nos aconseja elegir a las personas con que vamos a interactuar por su
rol en el proyecto y el sector de negocio en el que estamos interesados, en vez
de por su nombre.
Dado que los proyectos se enfocan
en transformar la calidad de vida de las personas, se hace indispensable
conversar con ellas para saber qué es lo que realmente quieren, necesitan y
valoran y poder desarrollar soluciones adecuadas. Involucrar de una u otra
manera a los actores en el proyecto es una de las variables que nos acercan al
éxito y evitan que nuestros esfuerzos sean infructuosos.
Es hora entonces de dejar de
suponer a puertas cerradas y entre “expertos” qué es lo que el mercado, una organización, determinada comunidad o sociedad necesita, lo que nos lleva a formular proyectos sesgados
por nuestra visión particular, y salir a preguntar, conversar y
formular proyectos desde la demanda.
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