La elección de los beneficiarios (o participantes) directos de un
proyecto social es una de las actividades clave para el éxito de este tipo de
iniciativas. Permitiendo no solo que los productos del proyecto estén en
sintonía con las necesidades o requerimientos, sino que además, estos lleguen a
las manos de quienes realmente los necesitan y harán uso de ellos para
transformar su realidad.
Dado que, en muchos casos los proyectos
de desarrollo generan bienes o servicios sociales gratuitos, que implican la
transferencia de ingresos a través de, por ejemplo, servicios de asistencia
sanitaria o educativa, existe el riesgo de que, si no se identifica
correctamente a los beneficiarios directos y se les involucra en el proyecto, este termine siendo aprovechado
por individuos o grupos menos necesitados, restándole acceso a quienes son su
razón de ser.
En este sentido el equipo de
formulación de un proyecto social está expuesto, dada la falta o asimetría de la información, a cometer dos tipos de errores a la hora de
elegir “correctamente” quiénes serán beneficiados directamente por la iniciativa:
El primero de estos errores es el
conocido como Tipo 1, el cual
consiste en incluir dentro de los beneficiarios directos del proyecto a
personas o grupos que no estén realmente necesitados.
Siempre hemos hecho énfasis en la importancia de identificar y
caracterizar a los actores del proyecto, recolectando la mayor cantidad de
información posible que nuestros recursos
nos permitan analizar, para desarrollar un perfil de cada uno de ellos. De
esta manera podemos conocer a quiénes realmente están necesitados, diferenciándolos
de los que no.
Si hablamos por ejemplo de la
provisión de un bien o servicio gratuito para quienes no están en la capacidad
de pagarlo, sería un Error Tipo 1
beneficiar a personas con la capacidad adquisitiva suficiente para costearlo.
El segundo error que se puede
cometer es el de Tipo 2, que consiste
en no incluir dentro de los beneficiarios del proyecto a personas que estén realmente
necesitadas. El establecer mecanismos muy estrictos para evitar cometer el Error Tipo 1, contando con información
inadecuada o limitada, podría llevarnos a castigar con la exclusión de los
beneficios del proyecto a quienes realmente los necesitan.
El cometer uno o ambos errores puede
llevarnos a no cumplir, al menos en su cabalidad, con el objetivo del proyecto,
poniendo en riesgo su éxito al crear barreras para que quienes le dieron origen
accedan a sus productos.
¿Cómo minimizar el riesgo de cometer los errores tipo 1 y 2?
Dado que ambos errores son
producto de contar con información insuficiente, debemos hacer un esfuerzo por identificar y caracterizar a los actores
del proyecto y en especial a quienes serán los beneficiarios o participantes directos. Hago la
salvedad de que llamarlos participantes busca cambiar un poco la visión asistencialista de los proyectos
sociales, mostrando a los sujetos de la acción como participantes activos en el cambio de sus condiciones de vida y no
como simples pacientes.
Luego de identificar y
caracterizar a los actores sociales del proyecto, se selecciona a los beneficiarios o participantes directos. Esta
elección no atiende a ningún criterio
técnico, por el contrario es una
decisión política de acuerdo a los valores e intereses de la o las
organizaciones que promoverán, ejecutarán y financiarán el proyecto.
La elección de los beneficiarios o
participantes directos del proyecto se puede asumir como un proceso en el cual,
a través de un conjunto de preguntas,
partimos de lo general a lo particular hasta llegar a quienes serán
efectivamente beneficiados. Estas preguntas son:
¿A qué público van generalmente
dirigidas las acciones de la o las organizaciones que patrocinan el proyecto?
¿Dentro de la población objetivo
quiénes son los más necesitados o dispuestos al cambio?
¿Quiénes aprovecharán mejor los
productos del proyecto?
¿A cuántas personas podemos
beneficiar con los recursos con que contamos?
Las respuestas a estas preguntas las mostramos en el
gráfico a continuación, donde partiendo del universo de la población objetivo vamos discriminando hasta llegar
a quienes serán los beneficiarios o participantes directos del proyecto.
Identificar y caracterizar adecuadamente a los
beneficiarios o participantes directos del proyecto nos permite minimizar el
riesgo de cometer los errores Tipo 1 y 2,
proveyéndonos de información para evitar dejarlos de lado o hacer una selección
incorrecta. Como comenté al inicio, la cantidad de información con que contemos
dependerá de nuestra capacidad o recursos para levantarla y analizarla, sin
embargo, una regla que parece ser de oro en este contexto es que más (información de calidad) es mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario