Los seres humanos tendemos a desconfiar, más a menudo de lo
que nos gustaría, de nuestras habilidades, y los líderes o gerentes de
proyectos no somos la excepción. A pesar de que algunos todavía pueden pensar
que somos una especie de súper héroes, seguimos siendo personas que
desempeñamos una profesión en la que la probabilidad de fallar es muy alta y
costosa, tanto para las finanzas como para la reputación.
Esto supone una presión adicional en un mundo de ganadores y
perdedores, en el que se nos enseña a compararnos constantemente con el otro y
medir nuestro éxito en función de variables como el salario, el auto, los
títulos académicos, las certificaciones alcanzadas, la posición laboral, entre
otras cosas.
A menos que nunca hayamos fracasado en la gestión de un
proyecto y/o seamos víctimas de un optimismo excesivo, la inseguridad, en menor
o mayor medida, estará presente en el desempeño de nuestras carreras
profesionales. En mi caso particular confieso que, a lo largo de mis 10 años de
experiencia, siempre he dudado ante el planteamiento de un nuevo proyecto, aún
hoy en día con todo el aprendizaje y habilidades obtenidas y puestas en
práctica una y otra vez, la primera pregunta que automáticamente viene a mi
mente en estas situaciones es: ¿podrás hacer esto bien?
En mis inicios la aparición de esta pregunta venía acompañada
de un conjunto de síntomas, mi cuerpo se ponía rígido, sentía ansiedad y
estrés. Lo interesante es que a pesar de esto siempre asumí el reto que se me
presentaba, con temor, pero lo hice. No les diré que siempre he tenido éxito,
porque sería mentirles, pero, lo que sí he hecho siempre es aprender tanto de
las veces que me ha ido bien como de las que no, y es ese aprendizaje el que
con el tiempo nos ayuda a enfrentar las dudas sobre nuestras capacidades.
Este tipo de preguntas, que nuestra mente formula de una
manera automática, atienden a algo mucho más profundo instalado en cada uno de
nosotros, lo que en coaching se conoce como las creencias limitantes. En mi
trabajo con mi coach pude identificar que la creencia subyacente a mi
cuestionamiento era que pensaba que no estaba lo suficientemente preparado,
algo contradictorio cuando objetivamente podía sumar a mis años de experiencia
laboral, muchos años de formación académica formal, muchas lecturas,
conversaciones, etc, etc.
Y es aquí donde está la primera lección, muchas veces las dudas
que nos agobian son producto de una visión sesgada de la realidad, que nos lleva a experimentar un mundo que no se corresponde con esta objetivamente hablando. Solemos darle un
mayor peso a las experiencias negativas desestimando las positivas y pasando por alto aquellos factores que juegan a nuestro favor, pudiendo darnos una mayor autoconfianza. Como
estrategia, si en algún momento dudan de sus capacidades, la clave está en
hacer un inventario de todas aquellas experiencias en las que las cosas
salieron bien y lograron ser exitosos y utilizarlas para acallar sus
inquietudes, además de estar seguros de lo que saben y pueden hacer, en una palabra, autoconocimiento. Si por ejemplo, se preguntan si estarán en capacidad de liderar a
un nuevo equipo, traigan a la mente todas aquellas oportunidades en las que se
enfrentaron a una situación similar y salieron bien parados, esto
definitivamente los ayudará a sentirse mucho más seguros para afrontar la nueva
tarea.
Ante mi pregunta de ¿si puedo hacer las cosas bien? Me toca siempre
recordar todos los momentos en los que he alcanzado los objetivos propuestos
para de esta manera responder con un rotundo SÍ.
La segunda lección está en la necesidad de que identifiquemos
cuáles son aquellas creencias con las que vivimos y limitan nuestro desempeño,
para transformarlas en algo mucho más positivo que nos movilice. Esta no es una
tarea sencilla, necesita de mucha introspección y seguramente de la ayuda de un
coach profesional.
Mi creencia de no estar lo suficientemente preparado se ha
ido convirtiendo a lo largo de los años de un elemento paralizador a uno
retador, cuando pienso en esto solo puedo decirme a mí mismo “ahora te voy a demostrar
que sí estoy listo”. Pasó por entender que el ideal de perfección es un
espejismo y que vivimos en constante aprendizaje.
La tercera lección es que a pesar de las dudas, que podamos tener, nunca dejemos
de asumir nuevos retos, el liderazgo de proyectos no es una tarea sencilla,
podemos fracasar, y es mejor asumirlo como un camino de constante aprendizaje.
La única competencia en la que estamos inmersos los seres humanos y los líderes
y gerentes de proyectos es aquella que corremos con nosotros mismos y en la que
medimos el éxito comparando a nuestro yo anterior con el de hoy. El darnos
cuenta de que efectivamente cada día que pasa incorporamos conocimiento, sobre
los proyectos, el mundo y nosotros mismos, que podemos hacer las cosas cada día
mejor, descubrir capacidades con las que pensábamos que no contábamos y sobre
todo demostrarnos, a pesar de las dudas, que si podemos, es lo que nos permite
aumentar nuestra autoconfianza y convertirnos en los mejores líderes de proyectos
que podemos ser.
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