¿Cuántas veces se han metido en problemas por no saber decir
que no a peticiones de algún stakeholder, que saben afectarán negativamente el
resultado final del proyecto? Yo, unas cuantas. Tal vez les resulte familiar la
frase “dile que sí a todo lo que pida el cliente y luego resolvemos” o se han
encontrado con un gerente funcional que en medio de la ejecución pide acelerar
el proyecto o abaratar costos con la pretensión de que esto no desmejore la
calidad, y al que, aun sabiendo que es un imposible, le han dicho que sí.
Según mi experiencia, decir que no pareciera estar mal visto
socialmente y más aún en los ámbitos organizacionales. Aquellos que se atreven
son tildados, en muchos casos, como personas negativas y más si son líderes de
proyectos, profesionales con el supuesto “súper poder” de resolver cualquier
problema.
No decir que no, para quedar bien al menos inicialmente, nos puede
llevar a asumir compromisos que, de antemano, sabemos que no podremos honrar.
Lo paradójico es que el no querer asumir el costo de negarnos nos lleva a tener
que hacerlo con el de no cumplir con lo que hemos prometido. Y aquí cabe la
pregunta ¿Preferimos ser percibidos como líderes que nos negamos ante alguna
petición o que no somos confiables?
Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje, propone
que la declaración del no es fundamental y una de las más importantes para
cualquier individuo. Este autor sostiene que “Cada vez que consideramos que
debemos decir que no y no lo digamos, veremos nuestra dignidad comprometida….Esta
es una declaración (la del no) que define el respeto que nos tenemos a nosotros
mismos y que nos tendrán los demás”.
¿Cómo decir que no sin que eso signifique un conflicto?
Negarnos ante un pedido en muchos casos no es solo mal
recibido por quien hace este, sino que además puede llevarnos a
cuestionarnos o recriminarnos a nosotros mismos. Qué estrategias podemos poner
en práctica para que sea más sencillo decir que no:
La primera podría ser fundamentar nuestra negativa. Si nos
enfrentamos a una de esas peticiones que sabemos afectarán o pondrán en riesgo
el objetivo del proyecto debemos dejarlo por sentado, explicando basados en la
mayor cantidad de información relevante y disponible los posibles efectos
adversos que cumplir con la petición tendrían sobre la iniciativa.
La segunda es presentar alternativas, tal vez la petición no
puede ser aceptada, pero, existan otras posibilidades para cumplir con las
expectativas del stakeholder sin que el resultado final del proyecto se ponga
en riesgo.
Ante un cliente con el que queremos trabajar, lo más sensato
es ser sinceros con nuestras capacidades para cumplir con sus expectativas.
Sucumbir ante la tentación de decir que sí a todo, sabiendo que no podremos
cumplir, con la intención de ganar un contrato es un acto de deshonestidad que
seguramente tendrá un alto costos para nuestra reputación profesional y para la
de la organización. Un posible cliente siempre agradecerá la honestidad y que
le brindemos, a partir de esta, la posibilidad de tomar la mejor decisión
posible.
¿Te cuesta decir que no? ¡Si te gustó comparte!
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