¿Cuál es la diferencia entre un proyecto de desarrollo y uno de inversión privada?




Según el BID los proyectos de desarrollo son aquellos cuyo foco es “la obtención de resultados concretos que permiten impulsar el desarrollo socioeconómico de un país o región” caracterizándose por:

             Contar con una diversidad de interesados
       Ser sostenibles en el tiempo
       Buscar un retorno social

En pocas palabras, los proyectos de desarrollo impactan, positiva y/o negativamente, a un gran conjunto actores y deben ser capaces de transformar, en el largo plazo, la vida de los beneficiarios mejorando sus condiciones desde el punto de vista socioeconómico, ambiental, cultural, etc., en fin, generando mayor bienestar. Ejemplos de este tipo de iniciativas podrían ser programas para incrementar las posibilidades de conseguir empleos bien remunerados para personas que no tuvieron acceso a una educación de calidad, mejorar las condiciones de mercado para los productores agrícolas, aumentar las capacidades de una comunidad para mejorar su nivel de ingreso, etc.

Por otro lado, cuando nos referimos a proyectos de inversión privada seguramente lo primero que viene a nuestras mentes es la idea de rentabilidad. Las empresas desarrollan proyectos para crear bienes y servicios que se comercializan en los mercados y les permiten incrementar sus ventas, sus cuotas de participación y en definitiva sus beneficios económicos

¿Pero, son más las diferencias que las semejanzas?

Las fronteras entre ambos tipos de proyectos cada vez se hacen más difusas, entre las organizaciones involucradas en la gestión de proyectos de desarrollo se ha tomado conciencia de la necesidad del manejo eficiente de los recursos y de que la aplicación de estos debe generar una rentabilidad, que es social, pero también financiera, aunque este “retorno” sea distribuido entre varios agentes de la sociedad.

Desde el lado de los proyectos privados, cuya decisión de inversión se toma en base a variables netamente financieras, es innegable que muchas de estas iniciativas tienen un impacto social, que pude ser indirecto, difícil de ser observado, pero, está presente.

Por ejemplo, un proyecto cuyo objetivo sea la construcción de una fábrica de determinada empresa para producir bienes, tiene un impacto financiero en los accionistas, que esperan recibir un retorno positivo por su inversión, pero, adicionalmente genera empleo, mejores condiciones de vida para las familias de esos trabajadores, profundiza los mercados y garantiza más alternativas para la  elección de los consumidores, genera impuestos con los que el Estado puede financiar obras para mejorar la calidad de vida de la sociedad, en fin, tiene un resultado social.

El paradigma de la “maximización de beneficios y minimización de costos”, a toda costa, también ha venido siendo desplazado como elemento fundamental del hacer negocios y desarrollar proyectos en el ámbito privado. Las empresas están tomando cada vez más en cuenta la huella que dejan con sus iniciativas y están más dispuestas a internalizar y reducir el impacto negativo que generan, para el ambiente y las sociedades. Tenemos entonces organizaciones con políticas, programas y proyectos de responsabilidad social que desarrollan iniciativas estratégicas para mejorar las condiciones de los eslabones de sus cadenas de valor y sus resultados de negocio, así como empresas que toman en cuenta en el desarrollo de sus proyectos el impacto que estos tendrán en el medio ambiente, cuáles son las condiciones en las que laboran los empleados de sus proveedores, de dónde provienen sus materias primas e incorporan actividades que vayan enfocadas en la mejora de las condiciones de vida, por ejemplo, de las comunidades aledañas a una nueva planta o centro de producción.

La razón de ser de todo proyecto, como ya lo he comentado con anterioridad e independientemente del apellido que le coloquemos, es transformar nuestra realidad haciéndola mejor, pasando de la necesidad a la satisfacción de esta. La visión del proyecto de inversión, como fuente de enriquecimiento de sus promotores, a costa de la sociedad en general ha quedado rezagada, cada vez más las organizaciones entienden la importancia de desarrollar proyectos sostenibles y sustentables, por razones de negocio, y los proyectos de inversión se parecen cada vez más a sus hermanos de desarrollo.

¡Si te gustó, comparte!

1 comentario:

  1. Los proyectos de desarrollo y los de inversión privada, aunque tradicionalmente vistos como opuestos, cada vez más convergen en un enfoque común: el de generar un impacto positivo tanto a nivel social como económico. Los proyectos de desarrollo, centrados en mejorar las condiciones de vida de los beneficiarios, han evolucionado para incluir un retorno financiero en su estructura, consciente de la necesidad de asegurar la sostenibilidad a largo plazo. Por otro lado, las empresas que desarrollan proyectos de inversión privada, si bien inicialmente orientadas hacia la rentabilidad, han comenzado a integrar un enfoque más social y ambiental en sus operaciones. Este cambio refleja una toma de conciencia sobre la huella que las empresas dejan en la sociedad y el medio ambiente, y cómo estas afectan a sus cadenas de valor y comunidades cercanas. La clave ahora es que tanto los proyectos de desarrollo como los privados buscan el bienestar integral de la sociedad, demostrando que la maximización de beneficios financieros y la responsabilidad social no son conceptos excluyentes, sino complementarios.

    ResponderEliminar