Pedro y Juan son dos gerentes de proyectos con la misma
cantidad de años de experiencia, El primero ha tenido una carrera mediocre, con
un desempeño por debajo del promedio y un mayor número de proyectos fallidos
que de éxitos. Sin embargo, en la última iniciativa que lideró, Pedro se anotó
un “Home Run”, no solo logró, junto a su equipo, que el proyecto se culminará
según el cronograma con un ahorro del 10% en el presupuesto, sino que además
todos los stakeholders quedaron satisfechos con el resultado final, lo que
agregó un gran valor a la organización.
Por el contrario Juan es lo que se conoce como un “Champion”
en lo que a gerencia de proyectos respecta dentro de su organización, con un
porcentaje de iniciativas exitosas por encima del promedio histórico de esta.
Pero, el último proyecto liderado por él resultó ser un gran fracaso,
generándole a su organización grandes pérdidas económicas.
Si nos preguntaran hoy ¿a cuál de los dos gerentes de
proyectos contrataríamos para que liderara una iniciativa muy importante para
nuestra organización? ¿Escogeríamos a Pedro o a Juan?
Estos dos supuestos, y extremos, gerentes de proyectos nos
llevan a hablar una vez más de cómo tomamos nuestras decisiones. En el caso de
que fuésemos del todo racionales, seguramente elegiríamos a Juan por tener un
mayor average, pero, en la realidad no lo somos, existiendo una alta
probabilidad de que escojamos a Pedro, a pesar de que su reciente éxito puede ser
solo un evento fortuito en su carrera.
Una de las razones por las cuales podríamos considerar que
Pedro es un mejor gerente de proyectos que Juan, a pesar de que los números
digan lo contrario, es que estemos siendo víctimas de lo que se conoce como el
sesgo de los resultados. El reciente éxito de Pedro nos hace verlo como un gran
líder de proyectos, en caso de que no lo conozcamos nos dejaremos llevar por
esta impresión y en el caso contrario nuestro cerebro reconstruirá su historia
en base a su último resultado. Con respecto a Juan podría ocurrir exactamente
lo mismo, pero, con un resultado adverso para su reputación como gerente de
proyectos.
Nuestra mente trabaja con la ley del mínimo esfuerzo, lo que
hace que a priori desestime la información histórica, como las estadísticas, y
basada en lo que ve, formule un juicio. Esto podría llevarnos a tomar una mala
decisión a la hora de elegir a alguno de los miembros de nuestro equipo, por lo
que no podemos dejarnos llevar solo por la percepción y debemos buscar datos
duros.
Ahora bien, olvidándonos un poco de Juan y de Pedro, y tomando
en cuenta que los gerentes de proyectos no somos infalibles y como tales
debemos conjugar el éxito y el fracaso durante nuestras carreras profesionales,
el costo que este último puede tener sobre nuestra reputación, más aún en un
mundo de ganadores, puede ser considerado como muy elevado y generar lo que se
conoce como el problema de agencia.
Si un gerente de proyectos sabe que será penalizado por su
organización y que su reputación se verá seriamente dañada por liderar un
proyecto fallido, evitará por todos los medios cancelar la iniciativa aunque ya
no tenga esperanza de éxito, ocasionándole una pérdida innecesaria de recursos
a la organización, seguramente todos recuerdan aquello de los costos hundidos.
Esta misma dinámica se da con los miembros del equipo, quienes ante un ambiente
hostil a la falla preferirán omitirla hasta que sea demasiado tarde.
Los seres humanos, y los gerentes de proyecto, estamos muy
lejos de la perfección, por lo que es necesario tratar de que nuestras
decisiones estén basadas en la mayor cantidad de información disponible. En el
caso de Pedro y Juan recordé las barajitas de baseball que coleccionaba cuando
era un niño y que por el reverso recogen todas las estadísticas del jugador.
Por supuesto, no se trata de negar la posibilidad de que un
desempeño pueda mejorar o fallar, luego de ser deficiente o exitoso, pero, como
líderes de una organización o de un proyecto debemos tener en cuenta la
consistencia en los resultados y tratar de generar un ambiente en el que el
error sea considerado una oportunidad para aprender y facilitar el
empoderamiento de nuestros colaboradores. Al fin y al cabo hasta el más capaz y
exitoso de los líderes o profesionales de la gerencia de proyectos aún se
encuentra recorriendo su propio camino de aprendizaje.
Es crucial que las organizaciones valoren la trayectoria y promuevan un entorno donde el error se perciba como una oportunidad de aprendizaje, evitando así decisiones impulsivas que podrían perjudicar a largo plazo. Esto no solo fortalece la cultura organizacional, sino que fomenta una visión estratégica basada en datos objetivos y un liderazgo resiliente.
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