Entre los días 17 y 19 de febrero el PMI Capítulo Venezuela,
en conjunto con un aliado internacional, tenía previsto el desarrollo en la
ciudad de Caracas de un curso conducente a la certificación PRINCE2 Fundation.
En la mañana del día 17 el facilitador, quien ya se encontraba en Venezuela
proveniente de Bogotá, Colombia, recibió una lamentable noticia que le
informaba sobre una emergencia familiar y el requerimiento de su presencia en
Alemania con carácter de urgencia. Como consecuencia el curso fue suspendido,
hasta nuevo aviso, generando pérdidas por costos de viaje, que el facilitador
se comprometió a asumir, a muchos de los 50 participantes que tuvieron que
trasladarse a la capital para recibir el curso, adicionalmente todos los asistentes
tendrán que re – programar sus agendas cuando la nueva fecha sea anunciada y
por parte del organizador posiblemente se hayan tenido que asumir los costos
del espacio reservado y no utilizado, los refrigerios seguramente contratados,
los gastos de viaje del facilitador, entre otras cosas.
Al mejor cazador se le escapa la liebre y esto nos lleva a
responder la pregunta que titula este artículo. Por más esfuerzo y recursos que
utilicemos no estamos en la capacidad de identificar todos los riesgos que
pudieran afectar, positiva o negativamente, al proyecto. Rita Mulcahy comenta
en su libro PMP Exam Prep que al menos existen 300 potenciales categorías de
riesgos que pueden afectar a un proyecto y en un artículo que leí hace un
tiempo el autor comentaba que si el registro de riesgos no cuenta al menos con
200 de estos identificados, no hemos hecho bien nuestro trabajo.
Por más exhaustivo que sea nuestro registro de riesgos, el
cual debe ser actualizado constantemente durante la gestión del proyecto, este
puede terminar convirtiéndose en un arma de doble filo. Creer que hemos
identificado todos los posibles estados de naturaleza que podrían presentarse
durante el ciclo de vida del proyecto, contando además con un plan para hacerle
frente a la materialización de cada uno, podría cegarnos ante la posibilidad de
que algún evento que no previmos se haga realidad y nos sorprenda. El mundo no
es lineal, los seres humanos no estamos en la capacidad de prever el futuro
basados en el pasado, se los dice un economista, y por lo tanto es prácticamente
imposible tener en cuenta todas las eventualidades que se nos podrían presentar
durante el proyecto para poder hacerles frente, para muestras el ejemplo con que
inicié este post o eventos históricos como el ataque a las Torres Gemelas y la Crisis
Económica Mundial de finales de la década pasada.
¿Qué podemos hacer?
Por supuesto, la respuesta no es dejar de prestar atención a
la gestión de riesgos del proyecto, por el contrario es tenerla en cuenta
entendiendo sus limitaciones y sobre todo las nuestras. En el registro de
riesgos seguramente faltarán situaciones que no logramos identificar,
simplemente porque no han ocurrido anteriormente, debemos tener esto en mente
para que el proyecto no se vea afectado negativamente o deje de aprovechar una
oportunidad. En un mundo que se hace cada vez más complejo y en el que los
eventos tienen múltiples causas, algunas de ellas insospechadas, como líderes,
gerentes y profesionales de la gestión de proyectos debemos evitar en la medida
de lo posible ser víctimas del sesgo de la planificación y la ilusión de
control, aquello que creemos que no puede pasar o simplemente no nos ha pasado
por la cabeza puede convertirse en una realidad, constituyendo una amenaza u
oportunidad para el proyecto y debemos, al menos intentar, estar preparados.
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