Durante el año 2004 el gobierno de cierto país, que
disfrutaba de ingresos extraordinarios producto del boom en los precios de su
principal producto de exportación, decidió, pensando en que esta bonanza se
mantendría indefinidamente, invertir en la modernización de su infraestructura
logística.
Luego de un proceso de licitación, este gobierno estableció
un acuerdo con una empresa de ingeniería, procura y construcción (IPC), por el
orden de US$ 500 millones, para ejecutar el proyecto. Este se culminó 10 años
después, en medio de una gran crisis económica, que echó por tierra las
previsiones que justificaron la inversión y ejecución de la iniciativa.
Afectado por la caída en los ingresos y ante la imposibilidad
de honrar el compromiso adquirido con la empresa contratista, el gobierno contratante
le ofreció a esta, cuyo negocio es la construcción, un acuerdo en el que le
cedió por 20 años los derechos para la explotación de la infraestructura
construida, la empresa aceptó esta oferta.
Este ejemplo, de la vida real, ilustra los riesgos que
corremos en la gestión de proyectos por nuestra incapacidad para predecir y el
sesgo de los costos hundidos, temas sobre los que hemos conversado con
anterioridad.
La inversión en
proyectos o jugar a la ruleta
Los proyectos, como ya sabemos, se caracterizan por estar
rodeados de incertidumbre, la cual no solo afecta a la gestión, también lo hace
con los resultados que esperamos obtener una vez el producto o servicio sea
entregado y esté en operación o en el mercado.
En nuestro ejemplo, el gobierno patrocinante del proyecto
parece haber creído que el país que dirige existe en Mediocristán, el único mundo
donde según Nassim Taleb las variables evolucionan linealmente. Siendo
sorprendido por La Crisis Económica Mundial de 2008, que nadie vio venir, y la
caída abrupta de los precios de sus exportaciones.
La materialización de estos riesgos, desconocidos hasta que
se hicieron realidad, convirtió una inversión altamente rentable, según las
condiciones iniciales, en un proyecto no factible desde el punto de vista
económico – financiero, incapaz de lograr el retorno de la inversión en el
mediano plazo, bajo el nuevo escenario.
Nuestro afán, y necesidad humana, de lidiar con la
incertidumbre nos lleva a la ilusión de control, a creer que al contar con un
plan y estimar tres escenarios, el peor, el mejor y el más probable, estamos
garantizando el éxito, sin embargo, la realidad constantemente nos demuestra
que es mucho más compleja de lo que imaginamos y podemos manejar.
Para no perder nuestro
dinero, invirtamos más dinero
¿Qué hace que una empresa, cuya experiencia y conocimiento
está concentrado en determinada área y que cuenta con profesionales
certificados y con experiencia en gestión de proyectos, decida de la noche a la
mañana incursionar en un negocio del que no tiene la menor idea? Seguro muchos
de ustedes responderán que las ganas de innovar, de aprovechar oportunidades y
expandirse a otros mercados….
En mi opinión, y hablando de la empresa del ejemplo, creo que
la decisión de aceptar el acuerdo propuesto por el gobierno contratante tiene
más que ver con la falacia de los costos hundidos que con el espíritu
emprendedor. Ante la posibilidad de perder 500 millones de dólares (se escribe
fácil) y recuperar algo, lo natural es que elijamos la segunda opción, los
seres humanos sentimos una gran aversión por la pérdida.
Sin embargo, en este caso la falacia de los costos hundidos
está llevando a la empresa contratista a exponerse a un mayor riesgo, al
invertir más recursos en el desarrollo y gestión de una organización que le
permita administrar la infraestructura, actividades sin precedente para la
empresa y en un escenario que no da señales, y no puede darlas porque los cisnes negros positivos tampoco se pueden prever, de recuperación en lo inmediato.
A pesar de esto, la empresa en un alarde de optimismo espera
recuperar su inversión en un par de años….
¿Debemos dejar de
lanzar los dados?
En mi opinión la respuesta es no, lo que debemos tener en
cuenta es que operamos y gestionamos proyectos en ambientes de alta
incertidumbre y que no es posible que identifiquemos todos los estados de
naturaleza que se nos pueden presentar. Aunque planifiquemos, cosa que no
debemos dejar de hacer, siempre estaremos apostando en pos de obtener un
resultado positivo que se parezca o supere nuestra previsión, pero, con una
probabilidad, que no podemos obviar, de que las cosas no salgan como las
planeamos.
Como también dice Taleb, la única manera de lograr resultados
extraordinarios es exponiéndonos al riesgo, al estilo todo o nada ¿qué pasaría si los precios del
producto de exportación de nuestro ejemplo subieran súbitamente o el país
comenzará de repente a disfrutar de un crecimiento económico sostenido? La
empresa habría hecho una apuesta ganadora.
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