Este blog fue creado por dos razones fundamentales, la primera tratar de dar respuesta a las innumerables dudas que se nos presentan a la hora de formular, gestionar o evaluar un proyecto y la segunda las enormes ganas que tenía de escribir nuevamente. Trataré entonces de aclarar a los lectores y en muchos casos a mi mismo algunas de las dudas más frecuentes que se nos presentan cuando trabajamos en proyectos.
Confundir el Fin con El Objetivo General del Proyecto
Hace pocos días acudí a una entrevista de trabajo en una empresa distribuidora de vehículos, como candidato para ocupar la gerencia de un proyecto de carácter social que están desarrollando. La entrevista transcurrió como cualquier otra. Luego de las debidas presentaciones y de ser interrogado sobre mi formación académica y experiencia profesional, mi entrevistadora comenzó a contarme sobre el proyecto, que de ser seleccionado, debería junto al equipo de trabajo llevar adelante hasta el logro de los objetivos planteados.
El proyecto en cuestión tiene, según el relato, como objetivo general cambiar la conducta de los ciudadanos. Inicialmente los de la ciudad de Caracas y luego de las otras ciudades de Venezuela, con respecto al comportamiento vial (cumplimiento de las leyes de tránsito como por ejemplo el respeto a las señalizaciones, el uso del cinturón de seguridad y el evitar conducir bajo los efectos de bebidas alcohólicas, entre muchas otras). Para el logro de semejante objetivo, la empresa ideó y está ejecutando un proyecto que consiste en formar a un grupo de voluntarios que luego a través de charlas y talleres creen conciencia en el resto de los ciudadanos sobre el por qué deben modificar su comportamiento como conductores y/o peatones.
Al escuchar esto no pude dejar de preguntarme si era posible cambiar la conducta de una sociedad formando a un conjunto de voluntarios para que desarrollen talleres y charlas. Al salir de la entrevista, me senté en una cafetería y comencé a analizar la propuesta que acababa de escuchar en mi entrevista de trabajo.
La primera conclusión a la que llegué con respecto al proyecto fue que en la formulación se confundían el fin último con el objetivo general de este. Cambiar la conducta de una sociedad es un tema complejo que pasa por la existencia de leyes e incentivos (recompensas para el cumplimiento y castigo para el incumplimiento de estas).
En mi opinión, el alcanzar el fin, en este caso el cambio en la conducta atendería a un esfuerzo mucho más complejo del que se plantea, tal vez un programa en el cual intervengan todos los factores involucrados y se desarrollen un conjunto de proyectos, incluyendo el que es objeto de este post.
El objetivo del proyecto en cuestión podría ser entonces: Conformar un conjunto de voluntarios que, a través de una campaña de concientización, talleres y charlas, accionen para el logro del cambio de la conducta vial, en la ciudad de Caracas, Venezuela.
El confundir el fin del proyecto con el objetivo general nos puede traer una gran decepción, al darnos cuenta que con la finalización del proyecto no hemos solucionado el problema o satisfecho la necesidad que originó nuestra intervención. Además puede traducirse en el uso ineficiente de recursos.
Supongamos que la organización decide seguir adelante con su proyecto esperando que en el lapso de un año la conducta de los ciudadanos haya cambiado. Dado que el fin es complejo y no depende solo del desarrollo del proyecto, no será alcanzado y la organización habrá utilizado recursos de manera inadecuada, restándoselos a actividades más productivas.
Cómo plantearnos entonces objetivos realmente alcanzables, en primer lugar debemos acotar la situación a la que queremos dar solución. Es decir debemos conocer cuál es el problema y su magnitud, quiénes son los actores que intervienen, cuáles son las causas y consecuencias de la situación que va a ser transformada e identificar cuáles los posibles cursos de acción que pueden emprenderse para darle solución.
Una vez que tenemos claro estos elementos que podríamos considerarlos como un análisis del entorno, debemos ver dentro de nuestra organización para saber cuál es nuestra capacidad de resolver. Tal vez contemos con recursos suficientes para solucionar toda la problemática o solo con aquellos que nos permitan desarrollar un proyecto que articulado con otros den respuesta a la situación planteada inicialmente.
El dar respuesta a estás interrogantes y a algunas otras como dónde y cuándo se realizará el proyecto nos permitirá obtener un diagnostico de la situación a resolver y saber además con que recursos contamos para hacerlo. Estos elementos son determinantes para elegir un curso de acción adecuado y formular un proyecto cuyos objetivos estén a nuestro alcance, pudiendo garantizar la obtención del resultado esperado y el uso eficiente de los recursos.
El economista Jeffrey Sachs hace una analogía interesante en su libro “El Fin de La Pobreza”, él dice que el diagnóstico económico debería ser similar al que utilizan los médicos con sus pacientes. En proyectos podríamos usar una técnica similar que nos permita contar con información suficiente para tomar decisiones efectivas ya que sólo conociendo la “enfermedad” seremos capaces de recetar la medicina correcta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-
La decisión de invertir o no nuestros fondos en determinado proyecto, como hemos comentado con anterioridad, la tomamos en base al cál...
-
Un elemento importante que debemos tomar en cuenta a la hora de construir el flujo de caja de nuestro proyecto y evaluarlo, es la incidenc...
-
Una de las herramientas más utilizadas para determinar la secuencia y las relaciones de dependencia entre las distintas actividades del ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario