¿Tienes la certeza de que tu proyecto será un éxito?




Pues lo más probable es que fracase. No es que sea pesimista, pero,  si pensamos que el proyecto que impulsamos, dirigimos o en el que estamos trabajando tiene 100% de probabilidad de ser exitoso porque, entre otras cosas, es nuestra idea, lo lideramos o somos parte del equipo de trabajo, lo que sí es seguro es que estamos siendo víctimas del sesgo del optimismo.

El sesgo del optimismo, según comenta Daniel Kahneman, hace que los seres humanos subestimemos el riesgo, percibiendo que “el mundo es mucho más benigno de lo que en realidad es”. Esta ilusión nos lleva a pensar que somos capaces, como si tuviésemos una bola de cristal, de predecir el futuro, por lo que desarrollamos un exceso de confianza, infundado, en nuestras capacidades y subvaloramos los objetivos o metas que nos planteamos, considerándolas más sencillas de alcanzar de lo que son.
Seguramente aquellas personas que arriesgan la vida por tomarse un “selfie” que los haga famosos (tal vez post mortem) son optimistas excesivos y piensan “nada malo me pasará”, pero, no hay que llegar a tales extremos para evidenciar que somos víctimas de esta trampa de nuestros cerebros. Si somos emprendedores, trabajamos con ellos o somos profesionales con una alta estima de nuestros conocimientos y habilidades, seguramente hemos experimentado en algún momento ese sentimiento de imbatibilidad, que entre sus beneficios nos permite recuperarnos mucho más rápido del fracaso y comenzar de nuevo.
El problema no es que seamos optimistas, por el contrario esta cualidad es necesaria para que podamos alcanzar nuestras metas, nos sintamos satisfechos y felices. Pero, no podemos perder de vista cómo el optimismo en exceso nos puede hacer perder las perspectivas, sobre todo si trabajamos en proyectos donde lo único que podemos asegurar es que enfrentaremos riesgos, y si estos no son identificados o son subvalorados, lo más probable es que se materialicen poniendo en peligro la iniciativa y llevándonos a malgastar nuestros recursos. Probablemente todos conocemos a ese familiar o amigo que se gastó todos sus ahorros en esa idea “brillante” que se convertiría en un éxito, pero, de la que no se hizo ni un estudio de mercado y terminó en lo que algunos llaman “el cementerio de proyectos”.
¿Cómo identificar que somos víctimas del sesgo del optimismo?
Kahneman, en su libro Pensar rápido, pensar despacio, nos da algunos elementos sobre los cuales reflexionar, para determinar si somos optimistas en exceso:
¿Nos concentramos en nuestro objetivo e ignoramos la información estadística pertinente para desarrollar el proyecto, confiando solo en nuestra planificación?
¿Nos concentramos en lo que queremos y podemos hacer, sin atender a los planes y aptitudes de otros?
¿Al explicar el pasado y predecir el futuro, nos concentramos en el papel causal de la aptitud e ignoramos el papel de la suerte?
¿Nos concentramos en lo que conocemos e ignoramos lo que no conocemos, confiando demasiado en nuestras creencias?
Tener en cuenta estos cuestionamientos nos permite como líderes de proyectos o emprendedores, identificar cuando nos estamos dejando llevar por nuestro optimismo y nos invita a revisar nuestras ideas e iniciativas a la luz de la información disponible, para no obviar datos relevantes de los que pueda depender el éxito.
¿Cómo tratar de evitar que el sesgo del optimismo influya en nuestro equipo de proyecto?
Como sabemos a nadie le gusta ser el portador de malas noticias y es muy difícil escapar del pensamiento grupal. Si existe un ambiente de optimismo generalizado en el equipo de proyecto, es poco probable que surja una voz disidente por temor a la sanción del grupo, aunque de esa advertencia dependa el éxito.
Gary Klein ideó una dinámica sencilla, como solución parcial al sesgo del optimismo, llamada el “pre – mortem”. Esta consiste en que cada vez que el equipo de proyecto ha tomado una decisión importante, antes de ejecutarla, varias personas que tengan información y entiendan la decisión se reúnen en una sesión de trabajo e imaginan que ha transcurrido un año, se ha puesto en práctica el plan y el resultado fue un desastre.
A partir de este punto se les pide que redacten una historia del porqué del resultado obtenido. Esta dinámica permite romper con el pensamiento grupal y con el consenso que se puede establecer alrededor de una decisión, sobre todo cuando proviene del líder del equipo, poniendo en evidencia puntos de vista no expresados, riesgos no identificados e información no tomada en cuenta y que definitivamente es relevante para que podamos alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto con el proyecto.
Recordemos entonces que cada vez que pensemos que nada puede detenernos y que lo que hacemos está condenado al éxito, seguramente estamos siendo víctimas del optimismo excesivo 

También pueden ver el resumen de este artículo enversión sketchnote

Les dejo al genio de Kahneman hablando del exceso de confianza y optimismo 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario