La frase que titula este post la
escuché hace poco del presidente de una empresa, que por contrato, ejecuta un
proyecto para otra organización. Más inquietante que la frase en sí misma, es
que la conversación iba sobre un proyecto con un año de retraso, sobre costo
indeterminado, por el que han pasado 4 gerentes de proyecto, donde se han
tenido que sustraer recursos de otros proyectos para cancelar las obligaciones
con el personal contratado, se han “perdido” equipos, se han tenido que pagar
penalizaciones por estos insumos extraviados y se han recibido innumerables
quejas tanto de la empresa contratante como de los clientes finales.
Por supuesto que no pude dejar de
preguntarme hasta qué punto puede llegar el “optimismo” y comencé a reflexionar
sobre ciertos aspectos de la forma en que algunas organizaciones, sobre todo
pequeñas y medianas, asumen los negocios y la gestión de proyectos.
¿Por qué morder más de lo que se puede masticar?
Muchos “empresarios” se engolosinan
y se dejan llevar por el monto de un contrato, sin pararse a pensar si su
organización cuenta con las capacidades para ejecutarlo. No me mal entiendan,
creo que la ambición y la inclinación a asumir riesgos son un motor para el
desarrollo, sin embargo, deben estar bajo control.
Antes de asumir cualquier
proyecto debemos evaluar la factibilidad técnica, si contamos o somos capaces
como organización de proveernos de los recursos, humanos y materiales, y las
capacidades para desarrollarlo. De lo contrario caeremos en la improvisación,
seguramente incumpliremos los compromisos asumidos con nuestros clientes,
desperdiciaremos recursos y pondremos en riesgo nuestra reputación.
¿Qué pasó con la gerencia de proyectos?
Cada uno de los gerentes que ha
sido contratado para este proyecto, 4 en 3 años, ha llegado a comenzar desde el
principio, echando por tierra el trabajo de su antecesor. Por otra parte
ninguno ha contado con la confianza de la directiva de la empresa a la hora de
delegarle control sobre el proyecto, lo que ha minado sus esfuerzos por
planificar y establecer mecanismos de seguimiento y control de los 22
profesionales que a nivel nacional realizan las actividades.
Cuando se asume un proyecto que
ya está andando lo más recomendable es evaluar la gestión del responsable
anterior, mantener las cosas que hizo bien y corregir aquellas que no tanto.
Comenzar todo desde el principio, solo por imponer nuestro estilo, irá en
contra del que debe ser nuestro objetivo fundamental, terminar el proyecto,
dentro del cronograma, los costos y con la calidad esperada.
Ha de suponerse que cuando una
organización contrata a un profesional para que lidere un proyecto lo hace
porque confía en sus capacidades, no delegar en este al menos la mayor parte de
control sobre la iniciativa afecta su gobernabilidad, hace más engorrosa la
toma de decisiones y burocratiza el proyecto haciéndolo más lento.
¿Y si además pasamos por alto los riesgos?
Sin haber ahondado mucho en este
proyecto se que uno de sus insumos críticos es importado. Tomando en cuenta que
se realiza en Venezuela donde existe un control gubernamental, bastante discrecional,
para adquirir divisas, debió preverse el riesgo de no poder acceder a estos
recursos antes de que, como en efecto sucedió, se materializara.
Como ya hemos conversado en otras
oportunidades identificar y hacer un plan para el manejo de riesgo es
fundamental para el éxito de un proyecto, tomando en cuenta que la incertidumbre
será nuestro pan de cada día. La identificación a tiempo de un riesgo cuya
probabilidad de ocurrencia es muy cercana a 1, como en el caso que comentamos,
pudo haber llevado a rechazar el contrato y ahorrar a la organización todos los
recursos y problemas que enfrenta actualmente.
Del orgullo y otras especies
En otras oportunidades hemos
conversado del porqué los malos proyectos son tan duros de matar y del momento
adecuado para renunciar a un proyecto. Cuando nos enfrentamos a las
consecuencias de una mala decisión que hemos tomado, lo peor que podemos hacer
es dejarnos llevar por el orgullo o por un optimismo excesivo creyendo que las cosas en
el largo plazo mejorarán (sin hacer nada al respecto).
El proyecto no es rentable, pero,
puede serlo podría condenar a toda la organización por no tomar acción sobre un proyecto fallido, por no asumir la responsabilidad ante una mala decisión, por no dar un brazo a torcer. De no hacer nada es posible que el largo plazo, como bien decía Keynes, nos encuentre a todos muertos.
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