Maximizando los recursos de un proyecto social


Cuando llegamos a una comunidad con la intención de conocer sus necesidades y expectativas, para formular un proyecto social, lo más probable es que seamos recibidos con una lista sin fin de problemas y requerimientos. La lógica asistencialista que impera, al menos en este lado del mundo, hace que los organismos de cooperación, organizaciones no gubernamentales e instituciones del Estado sean percibidos como una especie de Papá Noel (Santa Claus) por los posibles beneficiarios de este tipo de intervenciones.
Lo cierto, como ya hemos comentado en otras oportunidades, es que toda organización, independientemente de su tamaño o capacidad, cuenta con recursos limitados, lo que la obliga a priorizar y elegir, basada en este y otros criterios, cuáles serán las necesidades que atenderá y los proyectos que desarrollará.
Una metodología que podría ayudarnos a hacer frente al dilema de la elección en este tipo de situaciones, podemos derivarla de la presentada por el economista Dani Rodrik en su libro Una economía, muchas recetas. En el cual este autor sugiere, refiriéndose a las restricciones que impiden el crecimiento económico, que la mejor manera de hacer frente a estas es enfocándose en llevar a cabo reformas cuyos efectos directos, de carácter positivo, sean mayores. Se trata, como menciona el economista, de convertir centavos de reforma en pesos de resultados.
Esta lógica podría ser adaptada, con ciertas consideraciones, en el campo de los proyectos sociales, sobre todo cuando nos enfrentamos a problemas con múltiples causas. Hace poco más de un mes  estuvimos visitando una población rural en Venezuela, en la que se pretende ejecutar un proyecto de desarrollo de negocios inclusivos con pequeños agricultores de la zona. El principal problema para que estas personas puedan dedicarse a la actividad agrícola de manera sostenible y sustentable es la baja productividad de sus cultivos, los cuales en la mayoría son de subsistencia.
Al acercarnos a conversar con los agricultores para conocer sobre sus necesidades y expectativas, pudimos levantar información con la que construí este sencillo y muy simplificado árbol de problemas:


Siguiendo el enfoque sugerido por Rodrik, en este ejemplo deberíamos centrar nuestro proyecto en la provisión de asistencia técnica, ya que estaríamos a la larga resolviendo un número mayor de cuellos de botella que nos permitirían mejorar el acceso de los productores al mercado e instruirlos sobre alternativas de riego, que les permitan sembrar durante todo el año.
Al comparar esta solución con las otras alternativas, construir un sistema de riego, pavimentar las vías o dotar de semillas a los productores, nos podemos dar cuenta de que, a pesar de ser necesarias, tomar una de estas ramas del árbol como curso de acción inicial no solo sería menos impactante, sino que además mucho más costoso, desaprovechando la oportunidad de maximizar los recursos para el proyecto.
Estas restricciones, que también debemos resolver para cumplir con nuestro fin último, deberán quedar relegadas en nuestra lista de prioridades para la acción y en la búsqueda de fondos y recursos para ser llevadas a cabo.
¿Cómo lidiar con las expectativas de los beneficiarios?
En la dinámica de los proyectos sociales el que las soluciones que se planteen cumplan con las expectativas de los beneficiarios es fundamental para el éxito y la sostenibilidad en el tiempo de la iniciativa. Por lo que les comenté en el primer párrafo sobre el mal del asistencialismo, lo más común es que en este tipo de proyectos nos encontremos con que los beneficiarios esperen que les construyan un sistema de riego, les doten de equipos y maquinarias, les den financiamiento…..es aquí donde entra la pericia del equipo de proyectos y sus promotores para poder establecer y comunicar el alcance de la intervención, cumplir con aquellas expectativas que, según los recursos y el impacto sean factibles y vender los beneficios del curso de acción elegido.




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